Siento la necesidad de escribir este post sobre la violencia obstétrica que a veces viven las mujeres que se someten a una interrupción del embarazo voluntaria, ya sea durante el primer trimestre o bien por la presencia de malformaciones o enfermedad fetal en el segundo trimestre del embarazo.
He realizado interrupciones voluntarias de embarazo (IVE) y atendido a muchas mujeres con historia de IVE durante mi residencia en Italia, donde el alto porcentaje de objetores de conciencia hace muy difícil el acceso al aborto voluntario.
En los abortos, el primum non nocere (la traducción de “lo primero es no hacer daño”) no valía. Las esperas larguísimas aumentaban el sufrimiento para estas mujeres, sin ninguna duda. Sentía mucha rabia contra el sistema.
Aquí el derecho a abortar está garantizado, pero escucho relatos muy dolorosos.
Las mujeres, lamentablemente, no denuncian las experiencias negativas porque tienen miedo de que el acceso a una interrupción segura se vuelva cada vez más difícil. Y muchas sienten vergüenza o culpa, por lo cual prefieren evitar la revictimización.
“ Aquí el derecho a abortar está garantizado, pero escucho relatos muy dolorosos”
AVISO: Si no queréis pasarlo mal, no leáis más. Es importante cuidarse.
A continuación se relatan experiencias en primera persona de violencia obstétrica en mujeres durante la interrupción voluntaria del embarazo.
Una paciente (que me ha dado permiso para compartir su historia) me cuenta que, antes de realizarle un legrado uterino, la ataron. Ella estaba todavía despierta y, cuando entró el anestesista comenzó temblar. La auxiliar de quirófano le dijo: “¡Os ponéis todas así cuando entra él!”.
La paciente me preguntó por qué no la ataron una vez dormida, si el objetivo era evitar que un movimiento involuntario pudiera causar una perforación uterina durante el legrado. Entonces no hacía falta hacerlo antes de la anestesia, ¿no?
Esta imagen tan violenta se une a otras.
Espero que, tal como está pasando recientemente con la violencia obstétrica en los partos, empecemos también a contar la violencia que ocurre en las interrupciones de embarazo, para visibilizarla y pedir un cambio y buen trato durante todo el proceso.
Las mujeres que abortan voluntariamente no pueden sentirse tratadas como un número, no pueden experimentar miedo cuando están tumbadas en una camilla, desnudas, ni tener que moverse de su hospital público de referencia —en el que les han diagnosticado una malformación fetal— a una clínica privada donde se realizan IVEs.
Algunas mujeres me cuentan que, si acceden privadamente a las clínicas, les dicen que en su historia clínica no constará la interrupción de embarazo, mientras que si realizan los trámites por la Seguridad Social sí. Esto aumenta la sensación de estar haciendo algo por lo cual otros las juzgarán y que las estigmatizará para siempre como pacientes.
“ Las mujeres que abortan voluntariamente no pueden sentirse tratadas como un número ni experimentar miedo cuando están tumbadas en una camilla, desnudas.”
Por no hablar de que, si pagan privadamente, los tiempos de espera son más cortos. Y podéis imaginar lo difícil que es seguir embarazada cuando has decidido interrumpir.
Tengo pacientes que se han sentido cuidadas por el personal en todo momento, que han vivido una experiencia en la que se han sentido respetadas. Otras han interrumpido embarazos en el segundo trimestre por malformaciones fetales en hospitales públicos, acompañadas y en una habitación separada de las ingresadas embarazadas, desde la profesionalidad y el buen trato.
“ Por no hablar de que si pagan privadamente, los tiempos de espera son más cortos, y podéis imaginar lo difícil que es seguir embarazada cuando has decidido interrumpir.”
Creo que deberíamos escribir un directorio de hospitales o clínicas donde la violencia obstétrica durante las interrupciones de embarazo no esté presente. Además, a toda mujer, persona o pareja que lo necesite, deberíamos ofrecer atención en salud mental perinatal antes, durante y después de la interrupción.
De esta manera, podremos garantizar el acompañamiento que un proceso como la interrupción voluntaria del embarazo requiere.
Y siempre, sin juzgar a las mujeres que deben recurrir a esta decisión, sea cual sea la razón por la que lo hacen.
Autora: Alberta María Fabris
Especialista en Ginecología y Obstetricia.
Alberta es socia fundadora de Zentro Empatía sociedad corporativa, un centro referente en la salud integral feminista en Madrid.
