Nombrar las cosas por su nombre (para que duelan menos)*

Los bebés mueren. Lo saben una de cada 4 familias, es decir, el 25% de las que se han quedado embarazadas alguna vez. ¿Por qué siendo una realidad con una incidencia tan alta está silenciada, escondida e invisibilizada?

Decían Foucault y Steiner que lo que no se nombra no existe y por eso es tan importante el lenguaje a la hora de visibilizar e informar sobre cualquier cuestión. 

Pongámosle nombre a lo que nadie se atreve a nombrar: aborto, abuso, depresión, infertilidad, pérdida de un hijo, salud mental, aborto espontáneo, embarazo, violación. Podríamos añadir alguno más como: violencia obstétrica, duelo y muerte perinatal o parto.

Una vez que podamos nombrar a las cosas por su nombre habría que analizar qué se puede mejorar para que las familias que han perdido un bebé en cualquier momento del embarazo, parto o posparto se sientan acompañadas y bien informadas para poder tomar decisiones de la mejor manera posible.

Mucha de la invisibilización y desinformación está relacionada con que la jerga médica con la que atienden los profesionales de la ginecología y obstetricia está muy alejada de la realidad que viven las familias que están en duelo.

En muchos casos, solo se usan los conceptos médicos, nunca los psicosociológicos. Esto es, los profesionales nos hablan de: “sin latido”, “polimalformaciones”,  “abortos de repetición”, etc. El problema va más allá de la distancia que marcan los profesionales de la ginecología y la obstetricia hablando de esta forma. El problema es que detrás de toda esta jerga médica que habla con siglas hay personas que en ese momento están intentando procesar lo que sucede: que van a perder a la criatura que esperan.

Por lo tanto, el lenguaje es importante y habría que tener un poco de cuidado con él y hacer un uso más empático de las palabras que se utilizan al dar este tipo de noticias. Quizás si se usaran otros términos como “pérdida” sería más fácil conectar con el dolor de las personas que están al otro lado de la mesa.

Otra problemática que nos podemos encontrar es el hecho de que la muerte gestacional durante las primeras semanas se vive en auténtica soledad y silencio. ¿Por qué no hay opción de vivirla de otra manera en el caso de que se quiera o se necesite? Esta cruda realidad sucede muy a menudo y no se puede ocultar algo que normaliza abortar sola en casa sin medicalización y pensando que lo que está pasando es normal. Y tampoco puede ser que un profesional llegue a transmitir esta realidad del aborto farmacológico como un mero trámite y una tontería.

Las mujeres necesitan acompañamiento médico (para quien quiera y lo necesite porque hay mujeres que prefieren hacerlo en sus casas), y lo que es más importante todas las mujeres necesitan acompañamiento emocional desde el primer momento para poder tomar estas decisiones con conciencia y seguridad.

Hay muchas formas de ejercer violencia e infravalorar el dolor y los sentimientos de una mujer que acaba de perder un bebé, que es cuando se encuentra en su peor estado de vulnerabilidad.

Si la violencia obstétrica no existiera, la respuesta a una pregunta llena de culpa habría sido algo así: “No te preocupes, no podías hacer nada, no fue culpa tuya, es una mierda, pero son cosas que pasan” y no la respuesta real que violenta a la mujer y que no tiene ni una pizca de empatía ni de inteligencia emocional. 

Éstas problemáticas  minusvaloran tanto física como emocionalmente lo que les está sucediendo a mujeres que acaban de perder un bebé. Hay quien considera que abortar en casa es una tontería y otros que culpan por tomar una medicación (que la mitad de ellos te la quita y la otra mitad te la receta) también es una tontería.

Es decir, en muchos casos a las mujeres en su peor estado de vulnerabilidad se les dice que lo que viven y sienten son tonterías. Aquí hay una necesidad de formación imperiosa para que la relevancia o la irrelevancia de ciertas situaciones se cuestione y se les de nuevos significados.

Cuando una mujer va a tener que parir un bebé muerto no ayuda que se disfrace la realidad porque entre el shock y los términos velados utilizados es muy probable que la mujer llegue al paritorio sin saber a lo que se va a enfrentar. Estos eufemismos están muy vinculados con el paternalismo y con el trato infantilizado que se da a las mujeres en las consultas de ginecología y obstetricia.

Al shock de la pérdida hay que añadirle el plus de la realidad cuando se cae el velo de lo que ocultan y se descubre in situ lo que va a pasar. No solo no hay ningún tipo de acompañamiento, sino que los consentimientos informados no son accesibles por su dificultad, en algunos casos; y, por su envoltura en términos que no responden a la realidad, en otros.

En cuanto al duelo y sus fases, los profesionales suelen explicarlo de la siguiente manera: “Ahora a pasar el duelo que puede durar días, semanas, meses o años”. Y esta frase se puede entender de la siguiente manera: “si paso el duelo, se me pasará esto que siento”.

Pero la realidad no es esta. El duelo no es un viaje que cura y deja a las personas como si no hubiera pasado nada. Las heridas dejan cicatrices y pasar el duelo permite curarlas sin que se infecten, pero las heridas siempre dejan marcas.

Sin embargo, también hay sitio para la esperanza.

Pasar el duelo significa aprender a gestionar lo ocurrido y a vivir de otra forma porque el proyecto y las expectativas desaparecen con la pérdida y porque la normalidad que se conocía y la persona que se era antes de las pérdidas se esfuman. Al final, con trabajo y acompañamiento, se transita y se vuelve a tener momentos de felicidad, pero nada es igual. Es otra cosa. Y eso está bien. Esa es la aceptación y el final del camino.

Hay que deconstruir los significados de esta supuesta normalidad y volver con otros parámetros de relevancia. Porque si algo se considera irrelevante no recibirá medios, porque se entiende que no los necesita, pero si algo es relevante (y además normal, esto es, que pasa habitualmente) requerirá de todo el interés de las instituciones para solucionarlo.

Apostemos por formaciones a profesionales que ayuden a deconstruir los conceptos de embarazo, parto y duelo perinatal, para mejorar el acompañamiento tanto de los profesionales como de las familias, así como una adecuada información.

Autora: Nerea Azkona

Antropóloga y educadora social.

Escritora del libro “Madre en duelo” (2023, ed. Gato mojado) bajo el pseudónimo de Auri Lizundia

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